DECEPCIONES

La hora en la que el día parece querer comenzar a trocarse en noche es la hora a la que solía vérsele, pero bien podía ser cualquier hora.
Junto a la playa, demasiado a menudo. Era joven y era vieja. De piel tersa y arrugada. Con una sonrisa y una lágrima.
Se le veía siempre del mismo modo. Cargada consigo misma, caminando al frente, como si lo hiciera segura, decidida y siempre esperando en su espalda la mano que la detenga, que la llame porque la siguió al sentir, mientras se acercaba al mar, el dolor de su  decepción. Pero aquella mano nunca llega, aquella mano se aleja del mar al tiempo que se aproxima ella, esperando también otra mano que tampoco llega.

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